La imagen, completamente anatomizada a excepción de la región pélvica, que se halla cubierta con un escueto sudario tallado, mide 1,83 m., de altura. Está realizada en madera de cedro y su policromía ha sido ejecutada íntegramente mediante la técnica del óleo, evitándose así el uso de ojos de cristal, signo distintivo de este escultor quien tiene mayor predilección por pintarlos en su totalidad.
Su tierna y trasparente mirada de hondo pesar, se dirige al espectador y al devoto, para testimoniar un infinito amor capaz de perdonar los padecimientos sufridos durante la Pasión. Padecimientos que se hacen evidentes a través de la proliferación de heridas, que contrastan con la contención psicológica presente en la expresión de su rostro. En su anatomía se observa cómo la fricción de la cruz durante el camino de la amargura ha desollado sus hombros; cómo la soga que le maniató, han amoratado sus muñecas o cómo la frente es perforada por las espinas de una corona ensangrentada que empapa sus cabellos. Los signos de la flagelación son evidentes a través de golpes producidos con varas y desgarros infringidos por el flagrum. Heridas éstas, que ya resecas desde la tortura, vuelven a emanar sangre después al volverse a desgarrar, al extraer con violencia las ropas adheridas a la piel. Dicha sangre, mezclada con sudor, desciende por toda su anatomía, desprendiéndose desde sus dedos y tiñendo de rojo el empedrado calizo sobre el que el Señor camina.
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